Caminaba lentamente junto a la orilla del mar, como cada día a las 7 de la mañana. La arena, oreada pocos minutos antes, respiraba imperturbada, salvo por las huellas marcadas por sus firmes pasos.
El murmullo de las olas al romper le había impedido advertir que alguien caminaba a su lado desde hacía pocos segundos.
- Hace tiempo que no vienes a pasear por aquí.
- Hace tiempo que me negaste la entrada.
- Pero hoy has venido.
- Porque hoy te decidiste a abrir tu corazón.
- Sabes que me agrada tanto como me asusta que estés aquí. Pero ya que viniste, caminemos juntos.
- ¿Crees que algo ha cambiado desde la última vez?
- No, no lo creo. Sólo yo, que me volví más débil.
- O quizá más fuerte. Por eso te decidiste a afrontarlo.
- ¿Algún día podremos pasear en calma por estas aguas sin temor a que puedan arrastrarme hasta el abismo del horizonte?
- No lo sé, no puedo contestarte a eso. El tiempo te mostrará el camino.
Continuaron caminando en silencio durante un largo rato. La playa seguía vacía, pero el Sol se ocultaba ya tras el acantilado.
- ¿Volverás mañana?
- Eso es algo que deberás decidir por ti mismo.
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