sábado, 27 de noviembre de 2010

Senderos circulares

Volverá a caer la nieve sobre los tejados.
Fría, distante, suave, ligera.

Pero no es posible saber
si podrán soportar el peso
de este nuevo temporal
de tinieblas reincidentes.

Volverá a llover sobre mojado.
Como cada vez que se asoma el Sol por un instante entre las nubes negras de este cielo verde y gris.

Sin dejar respirar
a estos restos de raíces
que se aferran a un destino
de caídas en picado.

Se antoja difuso el punto en que el viento sople las cenizas del incendio que hace tiempo se extinguió y la ventura no alcanzó a reanimar.

Me preguntas inmutable
cómo pienso que he perdido
sin haber aún pretendido
iniciar esta batalla.

Son las huellas del camino, que me muestran sin reparo que he vuelto a los inicios tras haber rodeado las paredes del pasado.

Huellas ahora desgastadas,
que un día fueron nuevas y cargadas de esperanza
y que me recuerdan con templanza
que si piso nuevamente
seré llevado por la corriente
de las noches apagadas.

Mas no es momento de detenerse. Quizá esta vez se muestre claro el desvío en que aguarda el rocío del verano.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Tal vez

Tal vez no seas tú.

Quizá tan sólo las palabras, o los gestos, o las ganas. Puede que la conciencia aferrada al borde del precipicio, o las huellas en la nieve virgen al calor de los primeros rayos de la mañana.

Tal vez no seas tú, sino las sonatas compuestas por el viento que rodea tu semblante. Es posible que sólo un cúmulo de ocasiones casuales que convierten estas piedras circulares en montañas infinitas.

Tal vez no seas tú.
Tal vez.

¿Pero si lo fueras?

lunes, 22 de noviembre de 2010

Creí conocerte

Creí conocerte, pero en realidad no sabía nada.

Los reflejos me cegaban, tus virtudes te ocultaban. Nunca imaginé que tras las sábanas de lino podrían esconderse tantas piedras de diamantes, impolutas y resplandecientes frente a los rayos de la aurora.

Algo se advertía ante el cielo de estos restos de retales, mas las puertas que cerré para dejar la duda encarcelada hicieron estallar las ventanas en mil pedazos.

Y ya no hay marcha atrás. Es una partida sin retorno.

Fuiste dejando tus hebras doradas en aquel sendero junto a la orilla del río en que liberamos a su suerte nuestros barcos de papel, soñando con que serían arrastrados hasta alcanzar mar abierto. Un lugar donde las pequeñas diferencias se vuelven insignificantes, donde los detalles carecen de importancia y el eco de nuestras voces es absorbido por montañas en estado líquido.

¿Pudieron llegar allí? No lo creo. Mi vela es tan frágil que es difícil pensar que lograse soportar la corriente. Puedo ver cómo mi barco se hunde mientras el tuyo se pierde en el horizonte.

No hay razón para confiar en que la más delicada mariposa pueda posarse sobre un prado de espinos. No hay razón pero persiste la esperanza, y la esperanza es una enfermedad en manos del destino, es el fragor incansable de la guerra de la vida.

Y esa guerra lo supone todo.

martes, 16 de noviembre de 2010

Palomas verdes

Me preguntas si aún me duele,
si las huellas ya marchitas
de las noches de verano
apaciguan mis temores,
si mi universo de valores
puede volverme hoy humano
o destruí los rincones
en que albergaba las razones
para seguir olvidando.

Me confiesas que aún careces
de pretextos suficientes
para ahuyentar de mi lado
aquellas palomas verdes
que aún regresan a veces
cuando abres tus balcones
y te asomas sin pensarlo.

Y yo ya no sé qué decirte,
no encuentro forma de explicarte
que cada pequeña mirada
que intercambian nuestros ojos
es como un manto de flores
que reverbera en los albores
de mi frágil corazón roto.

No hay manera de ilustrarte
los conflictos de mi mente
si enmudezco con mis manos
los clamores de mi anhelo,
pues no hay más pesar que el deseo
que es posible envolver con los dedos
sin llegar siquiera a rozarlo.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Mil razones para no nombrarte

Porque mis palabras son como un niño que tropieza a cada paso cuando las dirijo hacia tus emociones ocres y azuladas. Una débil criatura que intenta sin éxito sostenerse en pie, empujada hacia el abismo por la inseguridad de sus movimientos.

Por las miradas al vacío ante los impulsos de anhelo.

Porque tus latidos reverberan en mis oídos cuando suenan amortiguados en las llanuras del olvido, escasos de necesidad, saciados de un instinto que no lega sus delirios a los brazos de mi mente.

Por los principios sin finales y los minutos sin segundos. Huecos, sin fondo, como caídas en picado. Vértigo y cadenas.

Por todos los amaneceres que se convirtieron en ocasos.

Por los inviernos en el mes de abril.

Hay mil razones para no nombrarte y tan solo una para seguir soñando.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Paraísos imaginarios

Como un susurro en el silencio de la noche más tranquila, exhalado con infinita suavidad a dos centímetros del oído mientras duermes. Casi sin aliento, para que sólo el inconsciente sea capaz de advertirlo.

Como un sosegado amanecer observado desde lo alto de un acantilado con el sonido del océano de fondo, sobre un manto de flores blancas que acarician tus pupilas mientras una suave brisa disemina sus fragancias.

Como la tenue luz de una vieja lámpara de aceite que ilumina nuestros rostros observando el infinito más cercano en las paredes de tu cuarto a medianoche. Frágil, titilante, casi tímida ante las llamas del incendio.

Como los pasos de un gato sobre tu colchón.

Como mis paisajes a contraluz.

Como tú.

Como nadie.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Lágrimas de incienso

Me dijiste que mirase al cielo, pero no veo más que tormentas de incienso. Si lo observo fijamente, mis ojos se irritan hasta tal punto que me veo obligado a cerrarlos. Pero no quiero hacerlo, no creo que haya motivos.

¿O quizá sí?

Al fin y al cabo, ¿quién decide a partir de qué punto los motivos son suficientes? Sólo tú.

O yo.

O ninguno de los dos. Ayer me pediste que incendiase las velas, y eso hice. El velero se está parando y ya no puede moverlo el viento, aunque creo que dejé unos remos guardados en la bodega. Podríamos usarlos para llegar hasta la orilla, pero ya no hay manera de viajar hasta la isla, pues se agotaron los víveres y hay escasez de agua potable.

¿Crees que debería seguir vislumbrando las tormentas? Puede que aún queden razones para hacerlo.

O quizá no.

Ideas Breves XIII - Juegos de azar

¿No crees que es hora de decidir si jugamos a las cartas o quemamos la baraja?

sábado, 6 de noviembre de 2010

Frío

- Hoy hace frío en la calle.

- ¿Por qué no pasas a mi casa?

- Porque allí hace más frío todavía.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Cruce de miradas

Ayer levanté la vista y nuestras miradas se cruzaron unos instantes. Tímidamente rompí el contacto como si nada hubiera pasado.

Creí que me estabas observando. No me di cuenta de que había alguien detrás.

Oídos sordos

¿Puedes oírme? Te estoy gritando al oído. Pero no me escuchas. No sé si es que no quieres o es que los sonidos no son capaces de despegar de mi garganta. Quizá algo los amortigua, y es por eso que mis palabras no surten ningún efecto.

También puede ser que se las lleve el viento según salen de mi boca. No me gusta hablar para nada, es mejor no emplear tiempo en idear frases que viajarán a ninguna parte.

Pero ya me conoces, soy muy testarudo. La perseverancia es la única forma de alcanzar los objetivos, y sé que tarde o temprano mis palabras llegarán a tus oídos, así que volveré a intentarlo una vez más:

- He perdido el último autobús. ¿Podrías acercarme a casa?

jueves, 4 de noviembre de 2010

Tu celda

Hoy sonó el despertador a las siete de la mañana como cada día. Te levantaste, introdujiste el pie derecho en tu zapatilla, después el izquierdo. Te lavaste la cara. Fuiste a la cocina a desayunar los mismos cereales de los últimos cinco años. Te vestiste y saliste por la puerta.

Al notar el aire gélido en tu cara te sentiste abrazado por el calor artificial de la rutina. Un calor vacío, sin cuerpo, que te obligó a avanzar hasta la parada del metro. Llegaste a tu trabajo de siempre, te sentaste en la misma mesa de todos los días a hacer ese trabajo que no te aporta nada, que adormece tu espíritu.

De joven imaginabas un futuro distinto, donde tus sueños eran tus objetivos y tu razón el enemigo. Pero finalmente sucumbiste a la tranquilidad de la costumbre, a la comodidad de lo seguro.

Hoy llegarás a casa y volverás a encontrarte con tu pareja de toda la vida, aquella a quien ya no quieres pero con la que te has acostumbrado a convivir. Prepararéis la misma cena de todos los jueves y os sentaréis frente a la televisión, en silencio, hasta que sea la hora de vuestra libertad, el tiempo en el que vuestro subconsciente ordena sobre el resto de los elementos.

Pero mañana regresarás a tu celda a las siete de la mañana.

O tal vez decidas comenzar a reescribir tu vida.

martes, 2 de noviembre de 2010

Introspección (2ª parte)

Reflejos de Luna duermen sobre mi regazo. Campanas de noche que aligeran mis estímulos y atormentan mis emociones. Las palabras de este atisbo de sensaciones que se desdoblan en mi mente aparecen deslumbradas por las olas del mar.

Cada vez que las razones se desfundan y muestran su verdadera naturaleza, los esbozos de los balcones en quiebra se deshacen con los silbidos del viento desde tus sombras. Podrías creer que las paredes de mis arcones se agrietan con los murmullos de las sirenas, pero no es así. Los anclajes de tu recuerdo me resultan implacables y no encuentro la forma de librarme de ellos.

Reflejos del Sol irradian contra la superficie de estas aguas tranquilas, bajo las cuales se ocultan torbellinos de inseguridad, terremotos de desasosiego. No pueden verse, pero ahí están esperando a que alguien sea capaz de encontrarlos y eliminarlos para siempre.

Cuando los cálidos pasos de las gaviotas marcaban nuestras arenas, aquellas por la que solíamos pasear cuando aún el cielo respiraba palomas blancas, me prometiste en silencio que las canciones de tu destino sonaban en sintonía con las mías, como si el infinito se encontrase un poco más cerca de nosotros de lo que lo había estado nunca.

No sé por qué quise creer en lo que no había visto, ni por qué deseé abrazar el vacío más eterno, mas hoy no puedo desgarrarlo para librarme de ello. Cada sonido que desprende mi boca no es sino un aliento de resignación que los recodos de mi oscura habitación no consiguen esconder.

No me acostumbro a las batallas perdidas ni a las paredes de mármol. Aunque la puerta esté abierta, aún no soy capaz de atravesarla.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Carta de amor

Ésta no es otra carta de amor.

No voy a explicarte lo que siento, pues bien lo sabes ya. Mi corazón recurre a diario los momentos de luz mientras mi mente trata de traicionarse sacando a flote los de tormenta.

Tampoco voy a adorarte, ni mentirte, ni embaucarte. Solamente decirte que anoche, como tantas otras noches, volviste a aparecer en mis sueños, porque no hay mar que se aproxime siquiera al océano de tus latidos. Las ráfagas de sensaciones que adormecen mis sentidos y nublan mi pensamiento aún me sorprenden cada vez que se cruzan nuestros caminos, como aquella última noche en que mis instintos suplicaban a gritos encontrarse con tus labios.

Y no te la daré con rosas, porque su naturaleza efímera no me ayuda a expresar fidedignamente la razón de lo que anhelo. Mis jardines, lejos de marchitarse, florecen cada día rociados por esos claros amaneceres que anuncian que volveré a verte.

Hoy no será el día en que te muestre mis temores, aunque cada página que escribes en tus otros cuadernos de notas envenena mis pupilas y enmudece mis palabras. Podría seguir fingiendo, pero mis fuerzas se agotan al mismo ritmo que la tinta de tu bolígrafo.

No tengo forma de huir, por lo que seguiré al refugio de este manzano mientras mis manos no se encuentren con las tuyas en el calor de la hoguera, escondido bajo la sombra de la parcialidad.

Ésta no es otra carta de amor, pero como todas las anteriores, concluirá su viaje en el cajón de mi mesilla aguardando a que algún día reúna el valor suficiente para entregártela.