lunes, 28 de febrero de 2011

El puerto

Por las palabras que no dijiste,
los pretextos que inventaste,
las caricias que ocultaste,
por el miedo a naufragar
van huyendo las palomas del estanque de los peces de colores.

Por las tardes de deshielo,
el labio inferior mordido,
las ruinas que no araste,
por las lágrimas secas que no dejaste escapar
hoy no quieres convencerte de que te hayas reencontrado tras tantas noches sin descanso.

Es sólo un viaje de ida,
un comienzo sin final,
una amalgama de estrellas,
es sólo un punto y seguido,
un principio de estación,
una cometa en el viento,
un río junto al mar.

Van perdiéndose en el horizonte los últimos murmullos que hasta hace unos minutos eran gritos de alegría. Ya sólo escucho el mar de fondo, acompañado de mi bolsa de viaje y un barco realizando su última llamada.

La vida es demasiado corta como para aguardar en un puerto por mucho tiempo si no hay nadie que espere tu llegada.

La vida debe continuar.

Al dudar por un segundo y levantar la vista al frente, mis ojos encontraron tu mirada.

sábado, 26 de febrero de 2011

Realidades inventadas

Y allí te encontré,
mirando a las cuerdas del destino con la vista perdida,
observando los peones sin saber muy bien qué hacer,
si fijar la mirada al frente y olvidar las diagonales o aprender que en la batalla es necesario equivocarse para alzarse con la victoria.

Y aquí me descubrí,
temiendo haber tropezado en la línea de la frontera,
habiendo advertido sin darme cuenta que me había convertido en la historia que inventé,
que las trazas desgarradas que esparcí por el camino se volvieron en mi contra,
que en un juego tan real desatar algunos cabos puede ser que no permita el volver la vista atrás.

No sé cuánto aguantará esta pendiente deslizando los minutos compartidos, pero al menos ser conscientes de las luces adyacentes nos hará ver que hay momentos en que es más que prudente el lanzarse al vacío.

sábado, 19 de febrero de 2011

Quemas mis sentidos

Quemas mis sentidos y no lo ves,
o no lo crees,
o quizá temes creerlo.

Sube la marea cada vez
que envenenas el consciente,
que la paz de lo corriente
se convierte en tus manos.

Cambias mi escenario y no lo ves,
o no quieres admitirlo.

Como un paso en la corriente
tras un día de tormenta
me limito a pensar que si un día me arrastras
con la voz de tu mirada
y me despierto sin dudarlo en las marismas de tu vientre,
nada será diferente
aunque todo haya cambiado.

jueves, 10 de febrero de 2011

Algún trozo de vida

Poco importa si fue destino, casualidad,
o si ambos decidieron
estrechar con fuerza sus manos
para sellar dos caminos,
dos senderos encontrados de manera tan frontal
que expandieron los segundos como si fueran años
y tejieron lazos irrompibles,
aprendieron a volar.

Estos brazos soportaron la caída más brutal,
tras esas noches tan oscuras
en que no podía mirar a los ojos a la vida
y obligaron a arrojar
hasta el fondo del vacío
este nudo en la garganta.

Podrás creer que fueron
tres tormentas de verano,
cuatro noches sin dormir,
cinco días sin descanso.
Podrás sentir los pasos
en el filo de tu cama
y los llantos mutilados
en la eterna madrugada.

Mas pensar en los aullidos
de algún lobo estepario
vendará nuestros sentidos
y forjará por el camino
las siluetas de los rastros
que nunca se habrán de pisar.

martes, 1 de febrero de 2011

Inviernos sin aire

Con los pies sobre la almohada y la cara contra el asfalto. La retina desgastada y las maderas inundadas tras este invierno mojado.

Con la certeza de que aprender a andar implica asumir los tropiezos y predecir los desplomes. Con la incertidumbre de un niño que abre por primera vez los ojos y la templanza de un anciano que los cierra por última.

Desde lo alto de aquel canal se escuchaban el canto de los gorriones y el llanto de las canciones de un viejo músico ambulante. Una vez más había acabado allí, sentado en ninguna parte esperando la nada. Frente a él, al otro lado del río, una muchacha de gestos inquietos miraba incesante su teléfono. Tras él, a las puertas de aquel antro, vomitaba el tercer borracho que había abandonado su suerte al alcohol y su vida a la embriaguez, tras ser expulsado a empujones del local.

Sin apenas observar, miró al cielo, inundado aquella noche por un inmenso manto de estrellas difuminadas por las farolas de aquella pequeña ciudad sin nombre, de historias sin contar, de flores sin regar, de muertos casi vivos y vivos prácticamente muertos.

Mientras los restos de raíces le mantenían aún anclado al suelo, su teléfono volvió a sonar. Vagamente, apenas perceptible, enmudecido tras la tela del bolsillo de su pantalón. Dejó que sus ojos sangraran tormentas de incienso hasta que se agotó la paciencia del interlocutor.

El tiempo pasaba pero todo permanecia inmutable, como si la imagen de aquel infierno hubiera consumido sus llamas. De repente escuchó a su espalda unos pasos inconfundibles. Quiso salir corriendo, pero la desgana y la culpa se lo impidieron. Se sentó a su lado en aquel banco de piedra castigado ya incontables veces por las cenizas de antaño.

- ¿Otra vez rendido a la batalla?

- Abuelo, ¿de nuevo aquí? Ya te dije que no quería volver a escuchar tus consejos. Nunca me han llevado a ninguna parte.

- El que decidió aferrarse a un pasado marchito fuiste tú, hijo, no yo. Mi única intención es que sigas caminando. Hace ya seis meses de aquello, ¿pretendes continuar así por siempre?

- Fue muy difícil, ya lo sabes. Lo era todo para mí, y un día desapareció, sin más. Sin dar noticias ni explicaciones. Sin motivos, sin razones. Me dejó sin nada.

- Hay momentos en los que uno debe decidir si dejarse llevar por el torrente o andar a contracorriente. Arrastrarte eternamente te sumirá en el caos más absoluto. Y no sólo a ti. Piensa en los que te llevarás contigo.

- No te entiendo. ¿A qué te refieres?


El teléfono volvió a sonar. Alzó su mirada, y sus ojos se encontraron con los de la chica, quien lentamente descendió la mano desde su oído mientras sus párpados se inundaban de lágrimas y su corazón de verdades inaceptadas.

Eran las diez y veintitrés de la noche. Momento en que otra luz se apagaba en aquella ciudad cada vez más oscura, cada vez menos clara.