jueves, 30 de septiembre de 2010

La anciana

¿Quieres que te cuente algo que me ocurrió hoy?

Resulta que iba paseando por la calle y una anciana con la que me he cruzado me ha detenido. Cuando le he preguntado qué quería, se me ha acercado y me ha susurrado algo al oído.

Me ha contado que las pasiones son delirios exacerbados causados por ideales rara vez existentes.
Que las ilusiones son ficciones creadas para poder sentirnos felices.
Que los lamentos nos hacen más fuertes y no existe la alegría sin tristeza.
Que superar las dificultades endurecen nuestro corazón y nos permiten madurar.
Que en el mundo real las noches son mucho más largas que los días, y gracias a eso adoramos los rayos del Sol.
Pero sobre todo, que rendirse no es un opción.

Divagaciones de una vieja resentida con la vida, he pensado yo.

Mientras meditaba sobre ello, se ha separado y ha seguido su camino. Cuando me he dado la vuelta para verla marchar, he descubierto con estupor que allí no había nadie.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Sombras tristes

Marta salió como cada día de trabajar a las seis en punto de la tarde. Era un miércoles como otro cualquiera de finales de septiembre. El Sol descendía por el horizonte, y sus rayos encaraban sus cansadas facciones.

Arrastró sus pies hasta la parada del autobús, pero tomó otro distinto al habitual. Se sentó en la penúltima fila, apoyando la frente contra el cristal. El vaho que formaban sus exhalaciones se fue haciendo más intenso con el transcurso del tiempo, así que lo utilizó para escribir. Pintaba palabras incoherentes y vacías, palabras que no decían nada.

Hacía ya casi un mes, pero desde entonces había vagado sin rumbo, como un ente sin alma, esperando a nada, sin intentar siquiera salir de aquel oscuro pozo. Ya no tenía fuerzas para seguir luchando, ni ganas de volver a sonreír. Las dulces melodías se habían convertido en ecos desafinados de la noche a la mañana.

Parecía como si el tiempo se hubiese detenido en aquel autobús. Seguía aniquilando sus entrañas. Llevaba un tiempo pensando en aquello, repasando su calendario de desdichas y buscando motivos para hacerlo. Era lo único que ocupaba su mente desde aquel momento, pero no se había atrevido a dar el paso.

Hasta hoy.

Por fin alcanzó su destino. Descendió la escalera que la devolvió al asfalto firme, aunque sus pensamientos flotaban en un universo paralelo. Ante ella se encontraba el puente donde una vez se conocieron, impasible ante el paso del tiempo, comunicando ambas riberas de un río que acuciaba los lejanos días del deshielo.

Se sentó en medio durante horas ignorando a la gente que pasaba a su lado y a los perros que se acercaban a olisquearla. Cuando la única luz remanente en aquel viejo puente fue debida a la tenue incandescencia de dos antiguas farolas y el efluvio de personas se disipó casi por completo, decidió que había llegado el momento.

Abrió su mochila y sacó de ella una cuerda. Ató un extremo a los hierros del puente y el otro a su cuello. Casi de modo automático, se subió a la barandilla y miró hacía abajo. Fue entonces cuando volvió a un estado consciente y se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Una mezcla de miedo y vértigo invadió su estómago, sus piernas comenzaron a temblar y estuvo a punto de perder el equilibrio.

Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. ¿Por qué lo habían hecho? No podía quitarse de la cabeza aquella imagen que se quedó grabada en su memoria para siempre, detalle a detalle. Aquella tarde en la que volvió a casa antes de lo previsto y encontró a su pareja y su mejor amiga en su habitación, aplacando sus instintos sin un ápice de remordimiento.

¿Por qué? Eran las dos personas en las que más confiaba, y allí estaban, traicionando todos los valores que una vez forjaron juntos. Su vida ahora carecía de sentido, y lo mejor era acabar con ella cuanto antes.

- ¿Qué estás haciendo? - Oyó una voz a su espalda.

- ¿No lo ves? Creo que parece evidente - dijo Marta entre sollozos.

- Sí, lo veo. Lo que me pregunto es qué pretendes obtener con ello.

Aquel hombre parecía mantenerse impasible ante la situación.

- Huir de mi pasado. Nada en él merece la pena. Los buenos momentos fueron todos ficticios, y me siento incapaz de superar los malos.

- Ni siquiera tú crees lo que dices. Realmente eres consciente de que estás intentando huir de tu futuro, no de tu pasado, ¿verdad?. Crees que volverás a pasar por lo mismo una y otra vez, que la historia se repetirá en cada decisión que tomes. Pero cada persona es un mundo misterioso y fascinante por conocer, y no todos actuarán del mismo modo. Es posible que tuvieras mala suerte en tus anteriores episodios, y que utilizaran tu buena fe en su propio beneficio. Pero por suerte, la mayoría de la gente no es así.

- ¡Cállate! ¿Qué te importa a ti mi vida? Déjame y vete.

Marta finalmente rompió a llorar, dudando cada vez más de si lo que estaba haciendo era lo correcto.

- Por favor,mírame a los ojos un momento, y dime sin vacilar que estás dispuesta a perderte todo lo que este mundo tiene preparado para ti.

Ella se giró y miró por primera vez a su física conciencia. Al hacerlo, sintió una punzada en el corazón que le recorrió todo el cuerpo hasta la última vértebra. En ese instante todo su universo cambió para siempre.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Ideas Breves XI - Subterfugios

Reinventando nuevamente los subterfugios de la razón.

Lunes negro

Lunes negro en su reloj.

Hoy la vida se detiene ante el pulso de sus pasos. Pierde la relación temporal, y todo a su alrededor parece ralentizarse tras el velo de sus párpados nublados. No es capaz de fingir que los llantos de aquella canción se sintonizan con los propios mientras es conducido de camino al trabajo.

El metro atestado; la gente impasible avanza como cada día a un destino previsto, sin aguardar un atisbo de sorpresa. Todo en sus vidas está planificado de principio a fin, de la mañana a la noche. Inmersos en su mundo se resignan al bucle de la rutina, del conformismo eterno.

Y él no es diferente al resto. Marcha como cada día en el tercer vagón de la línea 3 a las 7:27, con la misma gente, las mismas caras en las que nunca se ha fijado y con las que nunca cruzará palabra alguna.

Pero tampoco nadie repara en la lágrima que recorre su mejilla hasta caer al vacío, cargada de soledad en aquel lugar lleno de gente. No entiende por qué, pero intuye que aquellas notas presagian un momento amargo.

Un lunes como otro cualquiera que amanece entre las sombras. No oculta nada diferente, pero cambiará para su destino para siempre.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Tu nombre en la pared

Hoy he vuelto a soñar con princesas de cuentos de hadas.
Con la musa del Edén, con cientos de palabras raras.
Hoy he vuelto a despertar y darme cuenta de que nada
De lo que una vez creí existe en realidad.

Todo era tan real que cuando la luz invadió mi ventana,
No pude evitar exhalar un soplo de resignación.
Pero aquella no eras tú, tan solo un reflejo de lo que soñaba
Nada más, lo tengo que aceptar.

Y si vuelvo a ver pintado tu nombre en la pared
No trataré de escribir el mío a su lado.
Y si cada instante que el destino acaricie tu piel
Tu no estás ahí, lo lograré entender.

Hoy he vuelto a soñar que tus pasos giraban en mi dirección,
Que tus huellas marcadas en la arena dibujaban un perdón.
He podido sentir el roce de tu cara,
Pero nada era real, no quiero despertar.

Y si vuelvo a ver pintado tu nombre en la pared
No trataré de escribir el mío a su lado.
Y si cada instante que el destino acaricie tu piel
Tu no estás ahí, lo lograré entender.

Y si vuelvo a ver pintado tu nombre en la pared
Y tu rostro se dibuja en cada sueño que desvivo.
Y si en cada gesto que me regalas, tú me haces comprender
Que no estás ahí, lo lograré entender.

Lo lograré entender.
Lo lograré entender.

Hoy he vuelto a soñar con princesas de cuentos de hadas.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Ideas Breves X - Páginas en blanco

No quiero volver a manchar las páginas en blanco con atardeceres hostiles.

Intangible

Un terremoto se cierne ante los pies de nuestras mentes imantadas. Un algoritmo indescifrable de palabras sin sentido, de voces huecas.

No quiero creer en las tragedias de un destino que en cada vértice amontonan los lamentos de un hastío infinito, o al menos de final inalcanzable. En realidad no es que no quiera, es que mi mente se niega a aceptar los aullidos negros y la indolencia inusitada. Es incapaz de obviar los destellos entre las ramas de los árboles marchitos, incluso aunque estos resulten escasos e intangibles.

Algún refugio interno aún no ha conseguido ser derribado, y las baladas de antaño resuenan entre sus muros. Diminutas hordas de rencores atacan a intervalos irregulares, aún sin éxito. Las paredes siguen en pie, no obstante se van dañando con el paso del tiempo.

Porque cada intento de levantarme culmina en un tropiezo con la imagen estereoscópica de los días cálidos del mes de abril. El subconsciente no alcanza a discernir las etapas de este viaje de banderas a media asta y timones desgastados.

En realidad hace un tiempo que no espero al huracán, tan solo que me tiendas tu mano.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Ideas Breves IX - Soliloquios temporales

Ayer creí que mañana sería el futuro. Pero hoy me doy cuenta de que me seguirá acompañando el presente.

Ilusiones compartidas

Las tres de la mañana en el reloj.

Clara no podía dormir. Llevaba dando vueltas varias horas. Era una de esas noches infinitas en las que su cabeza no dejaba de trabajar. Cientos de imágenes se agolpaban una tras otra y un incesante nerviosismo la impedía conciliar el sueño.

Es cierto que llevaba varios días pensando en él, pero jamás pensó que hasta tal punto que le impidese descansar. Había llegado casi sin avisar, y sin darse cuenta, sus vidas se habían ido fundiendo en una sola. Ahora ya era demasiado tarde para volver atrás. No podía, ni quería. Pensar en él era lo que hacía que cada mañana tuviera sentido comenzar un nuevo día. No necesitaba mucho. Tan solo un mensaje, una llamada, o unas pocas palabras cruzadas convertían cualquier día normal en uno perfecto.

Todo esto le llevaba ocurriendo un tiempo. Pero esta noche era diferente. Por fin había aceptado sus sentimientos, pero no sabía cómo continuar. Él era muy amable y atento con ella, pero lo era con todo el mundo, así que no podía estar segura de que sintiese nada. Además no sabía qué pensaría él si fuera ella la que diese el primer paso. Exponerse en primer lugar tiene bastantes riesgos, y lo deja a uno en clara desventaja.

En esa duda estaba cuando escuchó su teléfono. Acababa de recibir un mensaje. Se levantó de la cama corriendo y lo cogió. Deseando que fuera él, lo abrió y su rostro se iluminó. Sus ojos se humedecieron de alegría al leerlo:

- Soy incapaz de dormir esta noche. No puedo dejar de pensar en un asunto. Necesito hablar contigo mañana. Un beso.

martes, 21 de septiembre de 2010

Transiciones

Hace tres segundos que no sientes nada.

Tu corazón ha parado de latir. Aquel torrente que hace unos momentos te desbordaba se ha detenido en seco, dejando su lugar a la nada. El vacío se apodera de tu mente. Te sientes en paz, relajado, sin nada de lo que preocuparte, sin nada por lo que temer.

Pero es un estado pasajero. Seguramente mañana te levantarás y volverás a sentir ese huracán de emociones, ese nudo en el estómago y en la garganta, esa continua intranquilidad. Tal vez sea de alegría incontenible, quizá de una terrible frutración o puede que sea desazón, júbilo, desengaño, ilusión, tristeza o remordimientos. Sea cual sea su forma, el fondo será invariable. Una inquietud interior que te hará perder el foco, que te impedirá concentrarte en el resto del mundo.

Pero en este instante no sientes nada. ¿Te gustaría quedarte así para siempre? Es cierto, los sentimientos no traen más que problemas, se vive mucho más tranquilo sin ellos, sin preocupaciones que hagan peligrar tu buen juicio. Cada día puedes dedicarlo a mirar al frente, a seguir tu objetivo, sin necesidad de detenerte a cada paso a resolver tus turbaciones.

Mas no te lo recomiendo, pues no sentir nada es lo mismo que estar muerto.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Ideas Breves VIII - Pasajes infinitos

Alguien me hizo ver hace poco que las mejores montañas son aquellas que son infinitas. Porque las cimas las creamos nosotros mismos, y llegar a la cima significa que a partir de ese momento sólo se puede descender.

Es mucho mejor disfrutar de cada paso y seguir ascendiendo por siempre.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Introspección

Un pequeño pájaro canta una canción para olvidar los lejanos tiempos pasados que le hicieron llegar hasta aquí.

Y hoy duermo sobre una sábana blanca cada latido del corazón, tratando de soñar lo que no pude alcanzar en vida, y de revivir lo que no podrá volver. Porque cuando despierto, el torrente se desborda, rompiendo los cimientos que sostienen el alma.

El pájaro ha decidido echar a volar. Cada segundo es infinito para él, pues todo su mundo avanza mucho más deprisa, pero sus latidos se han parado en seco. Le cuesta mantener la dirección, ni siquiera sabe hacia dónde volar. Su destino queda demasiado lejos como para alcanzarlo con la mirada, ni siquiera con el pensamiento, así que vaga sin rumbo, sin meta.

Mientras lo veo pasar por mi ventana, agito las hojas de un antiguo diario, intentando ver si de ese modo sus palabras se reordenan para mostrar la realidad de ese futuro incierto del que tantas veces adolezco. Mas no es posible, porque sus letras se aferran al pasado como sombras a la noche.

Y es la sombra de ese pájaro la que se difumina mientras los rayos del Sol se debilitan y dejan paso al blanco astro, tras una innumerable amalgama de tonalidades. Su silueta se va perdiendo en el horizonte como si un abismo se alzara ante mis ojos.

Esos ojos húmedos que no dejan observar con claridad la realidad, la distorsionan, cada vez que el recuerdo se entrelaza con mi pensamiento y se funde con los ideales que aquel día decidí dejar atrás. Cada palabra de aquella página es azotada una y otra vez por el paso del tiempo y la incertidumbre de sus consecuencias, que agravan y hacen más profunda la herida.

Pero el pájaro no puede huir, y regresa por donde una vez intentó marcharse, atraído por esencias de una flor casi marchita, por el calor de un fuego a punto de consumirse, por el eco de un grito que se desvanece. Vuelve a posarse en mi ventana, para cantar una vez más aquella canción nostálgica de penas y alegrías. Aún cree que puede recolectar lo que en su día sembró, si es que recuerda dónde y cómo.

Su apagada ternura me hace recuperar la consciencia, esa que tantas veces decide rendirse ante el inconsciente. Un inconsciente que es tan sólo un reflejo de los sueños en los que vivo mientras duermo, y que realzan lo que siento cuando despierto. Un despertar que ha perdido su color y se alimenta del dolor. La almohada, aún húmeda, delata los secretos más profundos de las entrañas de este letargo del que las mañanas no consiguen escapar, y que siguen presentes cuando la noche inunda esta habitación vacía.

El pájaro ha decidido por fin dejar de cantar. Mirándome a los ojos, su silencio ahoga por segundos mis temores hasta hacerlos desaparecer. Su mirada demuestra firmeza, determinación. Ha dado cuerda de nuevo a los relojes del presente, para que no vuelvan a pararse. Está dispuesto a retomar el vuelo, conociendo de antemano que las marcas del destino apuntan en otra dirección. Mas es un pájaro valiente, que no duda en el empeño de alcanzar lo que un día descubrió en suerte.

Mientras le veo marcharse nuevamente, agarrándome con fuerza a los barrotes de mi pequeña ventana, escucho a mi espalda el sonido del cerrojo de mi celda. La puerta está abierta, tan sólo debo decidir si quiero volver a respirar el aroma de la libertad.

Ideas Breves VII - Estrellas

Necesito sentir que las estrellas siguen brillando allá en lo alto.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Diciembre en mi jardín

Es diciembre en mi jardín.

Hace un tiempo que no llueve sobre él ni lo acarician los rayos del Sol. Los muros que una vez construí fueron derruidos por un huracán, y a través de sus grietas sopla un viento gélido que ha marchitado la mayor parte de la vegetación.

La sensación de vacío es tan penetrante que no quedan señales de vida en él. Los ruiseñores que cantaban cada mañana con la caída del rocío emigraron ya a otros parajes, ahuyentados por la desolación.

Intenté cortar la flor más bella del jardín, y fue entonces cuando todo sucedió. No podía soportar la necesidad de salir cada día a contemplarla. Sin embargo ha permanecido intacta, como inalterable ante la situación que la rodeaba.

Pero ahora es el dolor que me produce el recuerdo de mi intención el que no permite que el jardín renazca, el que me inhibe de la necesidad de repoblarlo. La culpabilidad se ha apoderado de mi ser.

No sé, quizá tenga que dejar volar las mariposas. Tal vez ellas puedan recuperar de nuevo el mes de abril.

jueves, 9 de septiembre de 2010

martes, 7 de septiembre de 2010

Anoche soñé

Anoche soñé que estaba a tu lado. Soñé que nos encontrábamos en un extraño lugar rodeados de arena y mantos. Soñé que nos cogíamos de la mano y caminábamos entre la gente, que nos observaba con júbilo y recelo.

Y entonces me desperté. Nada tenía ningún sentido para mí, pero conseguí dormir de nuevo.

Y fue cuando soñé que nuestros rostros se acercaban lentamente. Noté cómo tus labios rozaban los míos tímidamente para después separarse. Soñé cómo volvían a buscarse nuevamente para fundirse en uno solo. Cómo el contacto hacía despertar los sentimientos más profundos.

Mas me volví a despertar. Fue entonces cuando descubrí que mi consciente estaba ocultando algo que mi subconsciente ansiaba. Cuando me di cuenta de que no debía seguir ocultándome la realidad.

Pero aún así hoy la he seguido ocultando.

Ayer regresamos de un lejano lugar, y nuestros caminos se dividieron con indiferencia. O al menos eso pensaba. Quizá vuelvan a cruzarse pronto, y entonces pueda ser un poco más sincero conmigo mismo.

Quizá entonces no tenga que seguir soñando.

Penumbra

Hace tiempo que no dice nada.

Se encuentra atada a un pasado que no volverá, a un presente que no quiere y a un futuro que no existe. Porque hay momentos en los que tenemos que pararnos a pensar en nosotros mismos y olvidar lo demás.

Pero ella no puede. No está segura de lo que busca, pero sí de lo que no desea. ¿Entonces por qué no romper las ataduras que otros le crearon? ¿Por qué no huir de los sentimientos ajenos y aceptar los propios? Por temor a hacer daño a otras personas.

Y ese temor la está consumiendo. Atrás quedaron los días en los que su sonrisa iluminaba las vidas de los que la rodeaban. Su esencia se pierde, y no hace nada por evitarlo.

Hace tiempo que no siente nada.

lunes, 6 de septiembre de 2010

La historia de un final inconcluso

Cada lágrima que brotó de sus ojos no pudo ser sino de alegría.

O quizá de nostalgia, puede que de impotencia. No, más bien fue producida por la incertidumbre.

Sus gestos se fueron aclarando, sus temores enmudeciendo y sus dudas acallando. Cada palabra desterrada de sus labios ocultaba una verdad silenciada en gritos. Gritos que sólo podían escucharse en su interior, pero que sus actos arrojaban al exterior.

Cuando por fin alcanzó aquel lugar su corazón se aceleró, su garganta se abotargó y sintió una fuerte punzada en el pecho. Sabía que estaba allí, pero una densa niebla les impedía el contacto visual.

- ¿Quién anda ahí?

- Soy yo. ¿No me recuerdas?

- Ah, eres tú. Por supuesto, ¿Cómo iba a olvidarte? ¿Qué has venido a buscar aquí?

- ¿Por qué lo preguntas? En el fondo lo sabes, aunque por alguna razón intentas negártelo. He venido a buscarte a ti. ¿Vendrás conmigo?


Aquella bruma que los invadía se desvaneció en un instante, y ambos pudieron por fin ver sus rostros sin ningún tipo de ataduras.

- ...

domingo, 5 de septiembre de 2010

Un minuto de silencio

Un minuto de silencio es lo que separa las palabras que dijiste de las que quizá no dirás, los sentimientos que desvelaste de los que probablemente ocultarás y las razones que te diste de las excusas que te creerás.

Porque cada segundo que pase obligará a que la llama se avive o se consuma, a que el Sol brille o se aletargue. Fluirá como un torrente agravando las emociones y rehusando toda lógica.

Un minuto que será infinito y un instante a la vez, pues decidirá el destino de lo impredecible, la conclusión de lo ineludible, el color de tu mirada.

Porque serán muchas circunstancias evaluadas en un pequeño lapso. Cientos de vivencias aflorarán agolpadas, miles de detalles que serán descartados, con el único objetivo de tomar una decisión.

Un minuto de silencio que marcará un principio o un fin, que lo cambiará todo.

O tal vez nada.

Ideas Breves V - No importa el resultado

No importa el resultado. Es mucho más valioso lo aprendido durante el camino.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Valor y miedo (La gaviota, 2ª parte)

No sé en qué estás pensando. Tienes ante ti lo que llevas tanto tiempo buscando. Ha llegado a tu estación el tren por el que una vez te sentaste a esperar. Sabías que aparecería, y aquí lo tienes.

¿A qué esperas? ¿Tienes miedo? ¿De qué? Lo único que puede ocurrir es que pase de largo y no pare, pero entonces no habrás perdido nada. ¿No te atreves a subir al tren por temor a dónde te pueda llevar? A veces es necesario lanzarse al vacío, asumir los riesgos si queremos obtener algo a cambio.

¿Te falta valor? Los seres sin valor nunca alcanzan sus objetivos. Ya pasaste de largo una vez, excusándote en los vientos de Poniente. La casualidad te ha dado otra oportunidad, y parece que volverás a desaprovecharla.

Más vale intentarlo ahora, que aún puedes darte la vuelta y volver a casa. Si no, será demasiado tarde para escapar de la estación.

Amistad

- Papá, ¿puedo hacerte una pregunta?

- Sí, hijo. ¿Qué quieres saber?

- ¿Qué es la amistad?

- ¿La amistad? Es ese sentimiento por el que una persona hace cualquier cosa por otra sin esperar nada a cambio, incluso por encima de sus propios intereses.

- Entonces yo no tengo amigos.

- ¿Por qué dices eso? Todo el mundo tiene amigos.

- Yo no. Es verdad que hay algunas personas en las que puedo confiar si tengo algún problema, y que estarán ahí para los buenos momentos. Pero también es cierto que no dudan en hacerme daño movidos por sus intereses. Algunas veces se arrepienten de ello. Otras no.

- Tienes razón. El ser humano es egoísta por naturaleza. Es posible que haya gente que te lastime sin querer, y es perfectamente comprensible. Pero muchos otros lo harán por voluntad propia. Es muy difícil encontrar a alguien que no sea así.

- Entonces, ¿existe la verdadera amistad?

- No lo sé, hijo. No lo sé. Quiero pensar que sí.