martes, 21 de septiembre de 2010

Transiciones

Hace tres segundos que no sientes nada.

Tu corazón ha parado de latir. Aquel torrente que hace unos momentos te desbordaba se ha detenido en seco, dejando su lugar a la nada. El vacío se apodera de tu mente. Te sientes en paz, relajado, sin nada de lo que preocuparte, sin nada por lo que temer.

Pero es un estado pasajero. Seguramente mañana te levantarás y volverás a sentir ese huracán de emociones, ese nudo en el estómago y en la garganta, esa continua intranquilidad. Tal vez sea de alegría incontenible, quizá de una terrible frutración o puede que sea desazón, júbilo, desengaño, ilusión, tristeza o remordimientos. Sea cual sea su forma, el fondo será invariable. Una inquietud interior que te hará perder el foco, que te impedirá concentrarte en el resto del mundo.

Pero en este instante no sientes nada. ¿Te gustaría quedarte así para siempre? Es cierto, los sentimientos no traen más que problemas, se vive mucho más tranquilo sin ellos, sin preocupaciones que hagan peligrar tu buen juicio. Cada día puedes dedicarlo a mirar al frente, a seguir tu objetivo, sin necesidad de detenerte a cada paso a resolver tus turbaciones.

Mas no te lo recomiendo, pues no sentir nada es lo mismo que estar muerto.

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