miércoles, 22 de septiembre de 2010

Ilusiones compartidas

Las tres de la mañana en el reloj.

Clara no podía dormir. Llevaba dando vueltas varias horas. Era una de esas noches infinitas en las que su cabeza no dejaba de trabajar. Cientos de imágenes se agolpaban una tras otra y un incesante nerviosismo la impedía conciliar el sueño.

Es cierto que llevaba varios días pensando en él, pero jamás pensó que hasta tal punto que le impidese descansar. Había llegado casi sin avisar, y sin darse cuenta, sus vidas se habían ido fundiendo en una sola. Ahora ya era demasiado tarde para volver atrás. No podía, ni quería. Pensar en él era lo que hacía que cada mañana tuviera sentido comenzar un nuevo día. No necesitaba mucho. Tan solo un mensaje, una llamada, o unas pocas palabras cruzadas convertían cualquier día normal en uno perfecto.

Todo esto le llevaba ocurriendo un tiempo. Pero esta noche era diferente. Por fin había aceptado sus sentimientos, pero no sabía cómo continuar. Él era muy amable y atento con ella, pero lo era con todo el mundo, así que no podía estar segura de que sintiese nada. Además no sabía qué pensaría él si fuera ella la que diese el primer paso. Exponerse en primer lugar tiene bastantes riesgos, y lo deja a uno en clara desventaja.

En esa duda estaba cuando escuchó su teléfono. Acababa de recibir un mensaje. Se levantó de la cama corriendo y lo cogió. Deseando que fuera él, lo abrió y su rostro se iluminó. Sus ojos se humedecieron de alegría al leerlo:

- Soy incapaz de dormir esta noche. No puedo dejar de pensar en un asunto. Necesito hablar contigo mañana. Un beso.

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