miércoles, 15 de septiembre de 2010

Diciembre en mi jardín

Es diciembre en mi jardín.

Hace un tiempo que no llueve sobre él ni lo acarician los rayos del Sol. Los muros que una vez construí fueron derruidos por un huracán, y a través de sus grietas sopla un viento gélido que ha marchitado la mayor parte de la vegetación.

La sensación de vacío es tan penetrante que no quedan señales de vida en él. Los ruiseñores que cantaban cada mañana con la caída del rocío emigraron ya a otros parajes, ahuyentados por la desolación.

Intenté cortar la flor más bella del jardín, y fue entonces cuando todo sucedió. No podía soportar la necesidad de salir cada día a contemplarla. Sin embargo ha permanecido intacta, como inalterable ante la situación que la rodeaba.

Pero ahora es el dolor que me produce el recuerdo de mi intención el que no permite que el jardín renazca, el que me inhibe de la necesidad de repoblarlo. La culpabilidad se ha apoderado de mi ser.

No sé, quizá tenga que dejar volar las mariposas. Tal vez ellas puedan recuperar de nuevo el mes de abril.

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