lunes, 6 de septiembre de 2010

La historia de un final inconcluso

Cada lágrima que brotó de sus ojos no pudo ser sino de alegría.

O quizá de nostalgia, puede que de impotencia. No, más bien fue producida por la incertidumbre.

Sus gestos se fueron aclarando, sus temores enmudeciendo y sus dudas acallando. Cada palabra desterrada de sus labios ocultaba una verdad silenciada en gritos. Gritos que sólo podían escucharse en su interior, pero que sus actos arrojaban al exterior.

Cuando por fin alcanzó aquel lugar su corazón se aceleró, su garganta se abotargó y sintió una fuerte punzada en el pecho. Sabía que estaba allí, pero una densa niebla les impedía el contacto visual.

- ¿Quién anda ahí?

- Soy yo. ¿No me recuerdas?

- Ah, eres tú. Por supuesto, ¿Cómo iba a olvidarte? ¿Qué has venido a buscar aquí?

- ¿Por qué lo preguntas? En el fondo lo sabes, aunque por alguna razón intentas negártelo. He venido a buscarte a ti. ¿Vendrás conmigo?


Aquella bruma que los invadía se desvaneció en un instante, y ambos pudieron por fin ver sus rostros sin ningún tipo de ataduras.

- ...

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