jueves, 4 de noviembre de 2010

Tu celda

Hoy sonó el despertador a las siete de la mañana como cada día. Te levantaste, introdujiste el pie derecho en tu zapatilla, después el izquierdo. Te lavaste la cara. Fuiste a la cocina a desayunar los mismos cereales de los últimos cinco años. Te vestiste y saliste por la puerta.

Al notar el aire gélido en tu cara te sentiste abrazado por el calor artificial de la rutina. Un calor vacío, sin cuerpo, que te obligó a avanzar hasta la parada del metro. Llegaste a tu trabajo de siempre, te sentaste en la misma mesa de todos los días a hacer ese trabajo que no te aporta nada, que adormece tu espíritu.

De joven imaginabas un futuro distinto, donde tus sueños eran tus objetivos y tu razón el enemigo. Pero finalmente sucumbiste a la tranquilidad de la costumbre, a la comodidad de lo seguro.

Hoy llegarás a casa y volverás a encontrarte con tu pareja de toda la vida, aquella a quien ya no quieres pero con la que te has acostumbrado a convivir. Prepararéis la misma cena de todos los jueves y os sentaréis frente a la televisión, en silencio, hasta que sea la hora de vuestra libertad, el tiempo en el que vuestro subconsciente ordena sobre el resto de los elementos.

Pero mañana regresarás a tu celda a las siete de la mañana.

O tal vez decidas comenzar a reescribir tu vida.

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