domingo, 7 de noviembre de 2010

Lágrimas de incienso

Me dijiste que mirase al cielo, pero no veo más que tormentas de incienso. Si lo observo fijamente, mis ojos se irritan hasta tal punto que me veo obligado a cerrarlos. Pero no quiero hacerlo, no creo que haya motivos.

¿O quizá sí?

Al fin y al cabo, ¿quién decide a partir de qué punto los motivos son suficientes? Sólo tú.

O yo.

O ninguno de los dos. Ayer me pediste que incendiase las velas, y eso hice. El velero se está parando y ya no puede moverlo el viento, aunque creo que dejé unos remos guardados en la bodega. Podríamos usarlos para llegar hasta la orilla, pero ya no hay manera de viajar hasta la isla, pues se agotaron los víveres y hay escasez de agua potable.

¿Crees que debería seguir vislumbrando las tormentas? Puede que aún queden razones para hacerlo.

O quizá no.

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