lunes, 1 de noviembre de 2010

Carta de amor

Ésta no es otra carta de amor.

No voy a explicarte lo que siento, pues bien lo sabes ya. Mi corazón recurre a diario los momentos de luz mientras mi mente trata de traicionarse sacando a flote los de tormenta.

Tampoco voy a adorarte, ni mentirte, ni embaucarte. Solamente decirte que anoche, como tantas otras noches, volviste a aparecer en mis sueños, porque no hay mar que se aproxime siquiera al océano de tus latidos. Las ráfagas de sensaciones que adormecen mis sentidos y nublan mi pensamiento aún me sorprenden cada vez que se cruzan nuestros caminos, como aquella última noche en que mis instintos suplicaban a gritos encontrarse con tus labios.

Y no te la daré con rosas, porque su naturaleza efímera no me ayuda a expresar fidedignamente la razón de lo que anhelo. Mis jardines, lejos de marchitarse, florecen cada día rociados por esos claros amaneceres que anuncian que volveré a verte.

Hoy no será el día en que te muestre mis temores, aunque cada página que escribes en tus otros cuadernos de notas envenena mis pupilas y enmudece mis palabras. Podría seguir fingiendo, pero mis fuerzas se agotan al mismo ritmo que la tinta de tu bolígrafo.

No tengo forma de huir, por lo que seguiré al refugio de este manzano mientras mis manos no se encuentren con las tuyas en el calor de la hoguera, escondido bajo la sombra de la parcialidad.

Ésta no es otra carta de amor, pero como todas las anteriores, concluirá su viaje en el cajón de mi mesilla aguardando a que algún día reúna el valor suficiente para entregártela.

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