martes, 2 de noviembre de 2010

Introspección (2ª parte)

Reflejos de Luna duermen sobre mi regazo. Campanas de noche que aligeran mis estímulos y atormentan mis emociones. Las palabras de este atisbo de sensaciones que se desdoblan en mi mente aparecen deslumbradas por las olas del mar.

Cada vez que las razones se desfundan y muestran su verdadera naturaleza, los esbozos de los balcones en quiebra se deshacen con los silbidos del viento desde tus sombras. Podrías creer que las paredes de mis arcones se agrietan con los murmullos de las sirenas, pero no es así. Los anclajes de tu recuerdo me resultan implacables y no encuentro la forma de librarme de ellos.

Reflejos del Sol irradian contra la superficie de estas aguas tranquilas, bajo las cuales se ocultan torbellinos de inseguridad, terremotos de desasosiego. No pueden verse, pero ahí están esperando a que alguien sea capaz de encontrarlos y eliminarlos para siempre.

Cuando los cálidos pasos de las gaviotas marcaban nuestras arenas, aquellas por la que solíamos pasear cuando aún el cielo respiraba palomas blancas, me prometiste en silencio que las canciones de tu destino sonaban en sintonía con las mías, como si el infinito se encontrase un poco más cerca de nosotros de lo que lo había estado nunca.

No sé por qué quise creer en lo que no había visto, ni por qué deseé abrazar el vacío más eterno, mas hoy no puedo desgarrarlo para librarme de ello. Cada sonido que desprende mi boca no es sino un aliento de resignación que los recodos de mi oscura habitación no consiguen esconder.

No me acostumbro a las batallas perdidas ni a las paredes de mármol. Aunque la puerta esté abierta, aún no soy capaz de atravesarla.

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