martes, 21 de diciembre de 2010

Tiritas en los espejos rotos

Resuena cada chasquido del segundero en esta habitación vacía. Cada vez más espaciado, el tiempo se detiene poco a poco, sin llegar a pararse por completo, ralentizando los sentidos, las emociones, los sueños, las ilusiones. No se desvanece, sólo viaja más lento hacia un punto donde todo se detiene. En círculos concéntricos, en espiral, hacia el epicentro del colapso.

Una espera interminable de tan sólo unas horas que no llega a su fin, mientras advierto cada gota de lluvia sobre los tejados, y aspiro el último aliento de aire fresco por la rendija de la ventana. La única certeza es que vago en la incertudimbre más caótica, ahondando en los preludios de las historias aún por relatar, de nudo difuso y desenlace impredecible.

Pero por alguna razón, ya no me afecta en absoluto.

Por algún motivo, siento que me agrada.

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