Aquellos destellos nacarados anunciaban una triste despedida. El Sol comenzaba a ponerse en el horizonte, y sus últimos rayos contemplaban temblorosos el momento de su partida.
Durante unos segundos, esa barrera de luz que los dividía desapareció. Por su mente empezaron a recorrer recuerdos inolvidables de aquellos días. Hasta ese instante no había advertido lo especiales que habían sido, y fue entonces cuando un torrente de emociones invadió su más profundo ser.
Cuando por fin se separaron, prometieron volver a verse, pero ambos sabían que aquello podría no ocurrir jamás. Para uno seguramente no fue más que otra despedida. Para el otro, sin embargo, simbolizó un pasaje infinito que nació y murió en ese mismo instante.
El tren partió hace ya cinco largos días, pero aún no se ha marchado de la estación. Continúa albergando la esperanza de que regrese y pueda subir al vagón una vez más, esta vez para quedarse.
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