lunes, 16 de agosto de 2010

Idealizarte

Ya perdí la cuenta de las horas que llevo vagando sin rumbo. No sé qué hago aquí, en este desierto infinito. Mire donde mire, sólo hay arena y vacío. Siento sed, hambre, sueño, calor, soledad...

De pronto, diviso algo en el horizonte. Parece vegetación, ¿un oasis tal vez?. Sí, eso debe ser. Cuanto más lo observo desde la lejanía, más seguro estoy. Tendrá miles, millones de árboles frutales, con enormes lagos de aguas cristalinas. Además respira vida por cada rincón. Cientos de personas viven felices en toda su extensión. Puedo imaginarlo. Ya no volveré a sentir sed, ni hambre, ni sueño, ni calor, ni soledad...

Emocionado, comienzo a correr en su dirección. Tal es mi fijación, que las prisas me hacen tropezar y caer, pero consigo reponerme y vuelvo a levantarme. Cualquier cosa con tal de alcanzar el paraíso que se extiende ante mí.

Cuando por fin llego, observo, aterrado, que tan solo era una palmera solitaria. Mi corazón vio lo que quiso, lo que necesitaba, cegando la realidad hasta el último momento: el momento en que empecé a mirarlo con la razón.

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