jueves, 10 de febrero de 2011

Algún trozo de vida

Poco importa si fue destino, casualidad,
o si ambos decidieron
estrechar con fuerza sus manos
para sellar dos caminos,
dos senderos encontrados de manera tan frontal
que expandieron los segundos como si fueran años
y tejieron lazos irrompibles,
aprendieron a volar.

Estos brazos soportaron la caída más brutal,
tras esas noches tan oscuras
en que no podía mirar a los ojos a la vida
y obligaron a arrojar
hasta el fondo del vacío
este nudo en la garganta.

Podrás creer que fueron
tres tormentas de verano,
cuatro noches sin dormir,
cinco días sin descanso.
Podrás sentir los pasos
en el filo de tu cama
y los llantos mutilados
en la eterna madrugada.

Mas pensar en los aullidos
de algún lobo estepario
vendará nuestros sentidos
y forjará por el camino
las siluetas de los rastros
que nunca se habrán de pisar.

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