domingo, 23 de enero de 2011

El penúltimo trago

Tres cervezas mal tiradas
en un bar de carretera a las 2 de la mañana
eran la única compañía,
tal vez único refugio de este perro vagabundo.
Tres cervezas ya templadas
que a sorbos de gigante impregnaron las pupilas
del recuerdo de la esencia del mango
y la penumbra de aquel antro convertido
en paraíso de principios de pasiones y finales de intenciones.

Y esas noches inventadas
por sentir las yemas de los dedos
acariciadas por suspiros
y los labios cuarteados por calor de los latidos.
Noches derrumbadas por un despertador
que anquilosa los pies al suelo
y las llagas a los huesos.

Fue el intento vano de tratar de apagar el Sol
con pistolas de agua en mano
lo que provocó que se secara este estanque de pretextos.

Y es que siempre se atragantan
esas dos simples palabras
tras el té de media tarde,
tras ese aliento amargo
que destilan los sentidos que tropiezan nuestros pasos.

Una vez dados
la última calada y el penúltimo trago
todo quedó claro.

Todo permaneció oscuro.

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