jueves, 6 de enero de 2011

Coraza

Pareció que dormías sujeta a la Luna, como si fueras capaz de reconciliar el Universo bajo tus perfumes de plata. Eran tan rápidos tus pasos que no me veía capaz de alcanzarlos, tan firmes que carecía de convicción para emularlos, tan serenos que no tuve el valor de alterar su rumbo.

Al menos eso pensé cuando tu fachada de felicidad invadió mis guaridas más recónditas, cuando tu húmedo aliento desempañó mis pupilas. Es lo que creí en el momento en que ya no supe contener esos inocentes huracanes originados por el vaivén de tus palomas blancas.

Nunca podría haber imaginado que mis pies bailaban sobre un falso suelo, que ocultabas un vacío en las fronteras del abismo, y por un momento sentí impotencia y desengaño. En realidad, sé que me mostraste el paraíso para no preocuparme con tu infierno.

Mas no habría dudado en tomar tu mano para tratar de que salieras de él.

No habría dudado en descender allí contigo.

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