miércoles, 9 de marzo de 2011

Celdas, camarones y otras cosas así

Hará apenas tres minutos que las ramas se secaron,
que el exceso de histamina provocó las abrasiones
y los restos de las huellas del pasado un sendero entre cenizas.

Decidí marcar las pasos en el único sentido,
evitar buscar las marcas en los troncos de los árboles
y ver crecer murallas donde antes se construían flores.

Fue Después del incendio cuando pude regresar a aquel lugar hastiado
en que los dedos de tus manos no inundan las mañanas de pequeños ideales
ni se esconden las palabras en aquellos manantiales
que renuncian a creer que habrán siempre de acabar las ilusiones en derrotas.

Siento no haber sido un tipo cualquiera
apoyado en las paredes en la bruma de los bares,
o un cruce de miradas en la estación del autobús
y haber sobrevivido a la carrera a las batallas de tus mares
para al final haber caído a diez metros de la orilla,
cuando ya era capaz de ondear nuestra bandera sin augurios de tormenta.

De poco sirven las violetas en tus labios,
pues no son los únicos que atisbaron principios de canciones,
ni tampoco los alientos de lo que el sol pudo haber brillado
sin el eterno eclipse lunar
que se esconde en tu regazo.

Algún día llegarán los días infinitos con sus noches imposibles de creer
y las luces del destino harán despegar
todas las sombras del camino,
mas hoy las debo apagar.

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